NIETZSCHE: LA CURA PARA EL GRAN CANSANCIO

Nietzsche: la cura para el gran cansancio
“Fragmentos finales”, de Friedrich Nieszsche reúne textos, aforismos y poemas del filósofo alemán que cuestionan el nihilismo

Pocos pensadores son capaces de despertar sentimientos tan opuestos como el filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900). Tan amado como odiado, Nietzsche aún es blanco de muchos equívocos, sobre todo porque en el fondo pocos realmente conocen el tenor de su pensamiento. Infelizmente, el filósofo que creó conceptos tan poderosos como los del “superhombre” (o “sobrehumano”, para que seamos fieles a la superación del hombre), “voluntad de poder” o “eterno retorno”, no logró huir de un triste destino: tener parte de su obra adulterada por una hermana inescrupulosa, que decidió valerse de sus ideas para fundamentar sus propios ideales racistas y antisemitas. Pero la obra de Nietzsche, como la de todo gran pensador, resistió al tiempo y probó en definitiva (y no sin una cierta dosis de ironía) que la “verdad” siempre acaba por salir a la superficie.
Claro que para decir verdad, cuando el asunto es la filosofía de Nietzsche, puede incluso parecer un contrasentido, aunque eso también sea uno más de los engaños cometidos en relación al filósofo alemán. Sin duda, para Nietzsche, no existe una verdad en sí, absoluta. Las “verdades” se construyen siempre al interior de la cultura. Pero eso no quiere decir que las cosas no existan, o que el mundo que nos rodea sea mera abstracción. Lo que sucede es que la razón siempre reconstruye el mundo a partir de sus propias coordenadas. Así, es en este universo aparte, puro y meramente conceptual, que la ‘verdad’ se hará presente. Es por eso que Nietzsche acaba por decir que de la verdad misma nadie nunca quiso saber.

Pues bien, para deshacer algunos de los equívocos acerca del pensamiento de Nietzsche y también para que conozcamos mejor la última etapa de su producción filosófica, la Universidad de Brasilia —en coedición con la Imprenta Oficial de São Paulo— lanzó “Fragmentos finales” (una selección de pequeños textos, aforismos y poemas escritos entre 1885 y 1889). Que tienen como base la respetada edición de Giorgio Colli y Mazzino Montinari (que reúne documentos del archivo del filósofo). Alguno de los fragmentos, dejados por Nietzsche, están organizados por temas tales como política, moral, verdad, nihilismo, estética, sexo, religión, etcétera.



El pensador explicita el horror al “delirio racista”
Así pues, para los que insisten, por ejemplo, en ligar el nombre de Nietzsche a los movimientos antisemitas, existe un fragmento que revela bien la posición del pensador. He aquí su máxima: “No mantener relaciones personales con ningún hombre que participe del engañoso delirio racista”. Y añade: “Es preciso tener como cebo y vertedero, en el actual entremezclamiento europeo, para fomentar y fermentar cuestiones raciales”. Pero el filósofo no se detiene en eso. Él revela toda su aversión por la “locura de las nacionalidades y la estupidez del patrioterismo”, con lo que critica abiertamente los sueños de grandeza de los alemanes. Pero está claro también que eso no es suficiente para convertir el horror que muchos intelectuales sienten por la obra de Nietzsche con profunda pasión. Al final Nietzsche es también un iconoclasta inveterado, que no deja en pie ninguna ilusión y que ataca sin piedad las fantasías y utopías que sueñan con el ‘paraíso’ en la tierra. Es preciso conocer poco al hombre para creer en tal ficción. Finalmente, “el mundo no trascurre de modo divino y ni siquiera de acuerdo con patrones raciales, compasivos, humanos…”.

De cualquier forma, lo más importante de esta compilación (además de permitirnos rever y rediscutir ciertos conceptos nietzscheanos) es poder —una vez más— vislumbrar la fuerza y el coraje de un pensador que osó sumergirse a fondo en la comprensión de nuestra cultura y en la enfermedad que asola implacablemente a la humanidad: el nihilismo y su terrible empresa de venganza contra la vida. Sí… las viejas cuestiones de Nietzsche reaparecen aquí: la ‘moral’ como un veneno que protege los fragmentos y destruye a los fuertes (hay que recordar que, para Nietzsche, eso no se refiere a la posición social, ya que son los débiles los que dominan nuestro mundo), el ‘nihilismo’ como negación de la voluntad, como deseo de nada, como articulación de la vida con ideas religiosas o utópicas, y también su crítica al “mundo judeocristiano” (léase aquí Occidente), por su carga de resentimiento contra una existencia que se considera injusta y vana.

Un pequeño trozo de “Fragmento finales” dice que el nihilismo está ante la puerta: “¿De dónde nos llega ese tan extraño y amenazador de todos los huéspedes? El punto de partida: es un error señalar como causa del nihilismo las ‘situaciones de necesidad social’ o las ‘degeneraciones fisiológicas’ o hasta incluso la corrupción. Esas permiten siempre incluso explicaciones completamente diversas. Sin embargo, en una explicación bien determinada, en la moral cristiana, reside el nihilismo. Es la era más honesta, más compasiva. Carencia —carencia síquica, física, intelectual— que aún no es capaz de provocar por sí sola el surgimiento del nihilismo, o sea, el rechazo radical del valor, del sentido, de la deseabilidad[1].

Finalmente, el filósofo que mide a los hombres por la cantidad de verdad que su espíritu puede soportar se intitula un antipesimista, que pregona una reacción contra todo no-decir y no-hacer. “Una cura del gran cansancio”, es lo que representa éste conjunto de fragmentos. ¿Y que sería éste “gran cansancio”, sino el mismo nihilismo, que nos deja impasibles y anestesiados ante la existencia? Ahora bien, Sócrates puede haber entendido la muerte como “un remedio para la vida”, pero Nietzsche jamás aceptaría tal absurdo, pues sabía que la pasión por la vida es el único y verdadero antídoto contra los males del cuerpo y del alma[2].

     





[1] Shöpke, Regina (2002). Nietzsche: a cura para o ‘grande cansaço. En: O Globo (2002.7.6), pg. 3.
[2] Ibíd.

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